La Justicia confirmó las condenas de hasta 18 años para los miembros de un grupo de “caranchos”, que fraguaba accidentes para poder cobrar el seguro.
La banda de “rompehuesos” que encabezaban un abogado Hugo Schiber y su hijo terminaron presos por “asociación ilícita y estafa” e inhabilitados por 10 años para ejercer la abogacía.Buscaban a personas con necesidades económicas urgentes y fáciles de manipular. Les prometían plata a cambio de dejarse fracturar y después simular un accidente. Montaban siniestros viales falsos en esquinas del conurbano. Les hacían firmar un poder y luego demandaban a las compañías de seguro. Cobraban sumas millonarias, pero a las víctimas les daban apenas 100 o 200 pesos.
La banda de los “rompehuesos”, liderada por el abogado Hugo Schiber (73), fue condenada en 2019 a penas de hasta 18 años de prisión por “asociación ilícita” y “estafa”. Pero llevaron el caso a la Cámara de Casación bonaerense, que el martes pasado confirmó las sentencias.
Lo hizo particularmente sobre Schiber, condenado a 18 años más una inhabilitación de diez años para ejercer la abogacía, y su secretario Daniel Herrera (52), apodado “Julio”, ex agente de seguridad privada y empleado de la Municipalidad de Moreno, quien recibió una pena de 15 años.
Schiber y Herrera integrabancon Francisco “Rulo” Ortiz, condenado a seis años de prisión en 2013, y dos personas identificadas como “Rodolfo” y “Juan Carlos” -que no pudieron ser ubicadas- una banda de “caranchos”, según la definición del presidente de la Sala I del Tribunal de Casación Penal bonaerense, Ricardo Maidana.
Lo que hacía este grupo era aún más crudo y cruel que lo exhibido en la película “Carancho”, de Pablo Trapero, que muestra cómo operan las bandas que simulan accidentes con la complicidad de abogados, policías y médicos para hacer demandas millonarias a las firmas aseguradoras.
Los “rompehuesos” de Schiber fracturaban a sus víctimas colocando una pierna entre dos tacos de madera y pegándole con una maza. También lo hacían en los tobillos y las muñecas.
Usaban lijas para raspar la piel y limas para lastimar la cara.
“Su objetivo era simular accidentes de tránsito y obtener importantes beneficios indemnizatorios por medio de las compañías aseguradoras”, describió en su sentencia el Tribunal Oral en lo Criminal N° 7 de San Isidro.
Según la Justicia, Schiber dirigía la organización y se encargaba de llevar adelante las demandas a través de su estudio, ubicado en Sucre 235, Morón.
El “modus operandi” consistía en buscar a personas de muy bajos recursos y convencerlas para que se dejaran romper un hueso, fingir un accidente y cobrar una indemnización.
Pedían a las víctimas que entregaran su DNI, las subían a una camioneta Peugeot Partner blanca -ploteada para aparentar una ambulancia, propiedad de Federico Schiber (39), hijo del abogado, quien se fugó a Israel- y las llevaban hasta un galpón o la casa de uno de los “rompehuesos”.
En muchos casos, los supuestos accidentados se arrepentían antes de bajar del vehículo y recibir la golpiza, por lo cual los ingresaban a la fuerza.
A las víctimas, inmovilizadas de pies y manos, les ponían un trapo en la boca y una frazada en la cara para que, cuando gritaran, no se pudiera escuchar.
Como les habían prometido que todo el tratamiento iba a ser con “anestesia”, les daban una inyección con un líquido desconocido, que no les hacía ningún efecto.
Los “rompehuesos” colocaban una de las piernas del falso accidentado sobre dos tacos de madera, a veces con un hierro en el medio. Con una maza lo golpeaban hasta provocar una fractura expuesta. Cuando de la simulación participaban dos víctimas, la primera escuchaba lo que sufría la segunda y rogaba que no le hicieran nada, pero no le hacían caso.
“Me pusieron en el piso, me colocaron dos maderitas, me taparon la cabeza y me dieron un trapo para morder.
Me pusieron una inyección. Dijeron que era anestesia y sentí el dolor.
Primero me lo hicieron a mí. Mi prima dijo ‘no quiero, escuchen como grita mi prima’,. Le dijeron, ‘dale, no las vas a dejar sola a tu prima’”, relató una víctima en el juicio oral.
Después de lesionarlas, las trasladaban hasta algún punto del Gran Buenos Aires y las dejaban en la calle.
Minutos después aparecía en el lugar un auto –generalmente con una abolladura previa– de un conductor cómplice y montaban la farsa del accidente.
Los heridos eran trasladados al hospital de la zona. A las pocas horas aparecía “Julio” o uno de los Schiber, de parte del estudio de abogados.
Les hacían firmar un poder para representarlos en la demanda civil y les devolvían el documento.
Los Schiber afirmaban a las víctimas y al personal médico que conseguirían los clavos para la cirugía, pero demoraban la entrega para “agravar las secuelas de la lesión y aumentar el monto del ilícito reclamo”. Algunas heridas provocaron secuelas irreversibles y otras demandaron meses de recuperación. La segunda parte de la maniobra consistía en la confección de la demanda a las compañías de seguro, por 600 mil a 1.700.000 pesos de 2009.
A los supuestos accidentados les prometían de 1.500 a 150 mil pesos por prestarse a la farsa, pero nunca recibían ese dinero. Como mucho les pagaban 100 o 200 pesos para que no revocaran el poder que firmaron.
Quienes lo hacían eran amenazados con hacerles algo a ellos o a sus hijos.
En los juicios civiles contra las compañías de seguro, Schiber presentaba a falsos testigos. La investigación contra la banda de los “rompehuesos” reveló que, en varios accidentes, los testigos se repetían, aunque ocurrieran en distintas localidades.
Para evitar que los rastrearan brindaban un domicilio falso.
Todo salió a la luz una vez que un automovilista confesó la verdad a su compañía de seguros, durante una auditoría interna. El caso derivó en una investigación judicial, que incluyó la intervención del teléfono de Herrera y allanamientos en casas de los miembros de la banda y el estudio de Schiber. Fueron incautadas agendas, cuadernos con anotaciones y 42 expedientes vinculados al fraude.
Una de las víctimas reveló: “Daniel (Herrera) me contó que su mujer se había hecho romper un brazo y una pierna y estaba embarazada”. La Justicia logró reconstruir ese caso clave para probar las maniobras. Otro afectado relató el calvario vivido con una amiga: “Vi lo que Juan Carlos, Rulo y Julio le hicieron a P. B. Ellos no me dejaban bajar de la camioneta. Me bajé, porque P.B. estaba aullando como un perro y me retaron. Me puse tan mal que me llevaron a un bar Juan Carlos, Rulo y Federico (por Schiber hijo), al que le pusimos ‘El croto’ porque andaba de traje y zapatillas comunes, siempre con la misma ropa. Era un poco más alto que yo, flaco y blanco, de ojos claros. Federico me dijo que todo lo que se hablaba en la mesa quedaba ahí y, que, si no, le iba a pasar algo a mi mamá o a mi bebé”.
Fuente Diario Clarin
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