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El dolor que no se ve: el drama de los familiares de las víctimas de tránsito

La mujer de Leonardo Rabbat y el hijo de Luis Audisio, los taxistas que fallecieron tras ser atropellados frente al Hipódromo de Palermo, reclaman Justicia. Y representan el desconsuelo detrás de las cifras de muertos en siniestros viales.

Mary Ortega se ponía adelante. Llevaba una trenza peinada al costado, un pañuelito apretado en una mano y una sonrisa fingida para su hijo de tres años, a quien cubría con su cuerpo para que no viera lo que pasaba alrededor.

Así lo hizo cuando el féretro con los restos de Leonardo Rabbat entró al Cementerio de Flores. Y lo repitió junto al hueco de tierra, preparado para darle sepultura a Leonardo, su pareja y padre del nene. Cubrió a su hijo en todo momento y hasta que pudo, porque justo antes de la despedida se agachó, se puso a la altura del nene y le dijo: “Anda, mi amor, con el abuelo”.

Era jueves al mediodía. Habían pasado cinco días desde la muerte de Leonardo Rafael Rabbat Ortiz, uno de los taxistas fallecidos en el choque del 2 de febrero frente al Hipódromo de Palermo. Leonardo tenía 36 años, era inmigrante venezolano y murió en el acto, después de que un hombre embistiera con su vehículo una fila de taxis estacionados. Según la Policía, el responsable del choque estaba drogado. Por el impacto también murió Luis Adelqui Audisio.

Fueron dos muertes dentro de un contexto: un país donde hace 25 años no disminuye la cifra de víctimas fatales por siniestros de tránsito y una Ciudad que en 2017 (último dato disponible) tuvo 140 fallecidos por la misma causa. Esas cifras no son sólo números, detrás de ellas quedan familias rotas. Detrás, hay un dolor que no se ve. Pero que el jueves, durante el sepelio de Rabbat, se expresaba en su hijo jugando entre tumbas, a varios metros de distancia de donde su papá empezaba a ser enterrado.

Se expresaba también en Mary conteniendo las lágrimas para que su hijo no la viese mal. También, en la mamá de Leonardo, quien viajó de Venezuela de urgencia, y se desmayó ante la tumba.

“Él quería que yo viniera, que yo viniera aquí, vino con confianza a este país”, repitió entre gritos luego la mamá. Leonardo llegó a la Argentina en noviembre de 2017 y, así como el año pasado había logrado traer a su esposa Mary, al hijo de ambos y a su suegro, quería sacar a su mamá de Barcelona, en el noreste de Venezuela, y sumarla a la casa que había armado en Ciudadela, en el partido bonaerense de Tres de Febrero. En su país, trabajaba en la empresa petrolera estatal PDVSA. Era técnico superior y su sueño era conseguir empleo en alguna compañía del sector en Neuquén. Mientra tanto, mantenía a su familia con el taxi.

“Tengo que seguir adelante por mi hijo. Le expliqué que papá se fue al cielo y que no regresará pronto a la casa”, decía Mary junto a la tierra recién removida de la tumba. Y miraba a su hijo, quien tenía en sus manos flores que su abuelo había sacado de la corona mortuoria. “Le encantan los carritos (autitos) y en estos días le regalaron muchos. ‘Se los voy a mostrar a papá', dice todo el tiempo”.

Leonardo era el único sostén familiar, ella está buscando trabajo y, entre días que se le diluyen en trámites, el lunes tendrá una entrevista. “Ojalá que se me dé”, dice y de inmediato vuelve a la causa, al asesino de su esposo y al Poder Judicial: “No tengo información de qué pasó, si está detenido o no, no me han dado ninguna declaración que me tranquilice”.

Gonzalo Posse, de 30 años, está preso e imputado por doble homicidio culposo. La semana pasada, ante la jueza Rita Acosta, a cargo del Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional N° 58, y el fiscal de la causa Edgardo Orfila, se negó a declarar. En la madrugada del sábado 2 de febrero manejaba una camioneta Honda por Avenida del Libertador. Según trascendió, en sus análisis se detectó que había tomado metanfetaminas y fumado marihuana.

A la altura del Hipódromo de Palermo, chocó contra una fila de taxis estacionados.

Según testigos, Rabbat y Audisio, también taxista, habían bajado de los autos. Cuando la camioneta se les vino encima, Leonardo murió en el acto y Audisio, poco después, en el Hospital Fernández.

A Rodrigo, el hijo mayor de Luis, le dieron la noticia en la cama. Eran las 12 de ese mismo sábado cuando el portero eléctrico de su departamento sonó. Su mamá y su hermano querían hablar con él. Su novia bajó a abrirles. Todavía dormido los saludó.

También dormido escuchó que su padre había muerto.

“Fue todo muy rápido. Me cambié y fuimos directo al hospital. Todavía estaba ahí. Con mi mamá entré a verlo, después tuvimos que esperar a que viniera la Policía a llevarse el cuerpo”, reconstruyó. En estos días no fue al lugar del choque, piensa que ese lugar no le va a dar respuestas, aunque está convencido de que ahora nada se las va a dar.

Tiene 29 años, es el mayor de tres hijos y su rol, dijo, es no exponer a sus hermanos y permanecer fuerte. Durante el velatorio lo consiguió, pero, en su casa, mirando una película, la fortaleza empezó a debilitarse: “Me acordé de muchas cosas, apareció la dificultad de no haber podido despedirme.

Fue todo abrupto”.

Desde que era chico sus padres estaban divorciados, pero en el último tiempo habían encontrado con Luis la manera de verse más seguido, y las comidas en pizzerías como La Mezzetta, en Álvarez Thomas, eran un clásico. “Mi viejo tenía 59 años y por lo menos 15 en el taxi. Le gustaba el fútbol, era hincha de San Lorenzo.

Era muy compinche, muy de hablar, a veces demasiado. Hacía poco se había comprado un celular modernoso y mandaba videos y memes, esas pavadas”, lo recordó y después la voz se le empezó a quebrar: “Siempre se ofrecía a llevarnos y traernos. Días antes la había ido a buscar a mi hermanita a la Costa. Estaba pendiente y disponible. Merece Justicia”.

CANNING

El caso del vigilador muerto en la ruta 58

La joven de 21 años que hace una semana se cruzó de carril con su camioneta en la ruta 58 y atropelló a dos motos, en Canning, habría quedado en libertad. En el choque murió el vigilador Maximiliano Dorst (25), y dos de sus compañeros resultaron heridos.

“Cristian Affre se sometió a una cirugía de pelvis exitosa -contó la abogada de la víctima, Claudia Fariña- . Y Sebastián Munch fue operado por fractura expuesta de fémur, tibia y peroné y está internado en la Clínica Zabala”. El viernes iba a estar el resultado de la pericia toxicológica que se le hizo a Anabella Carballo, la conductora de la Amarok, que fue presa.

“No nos permitieron acceder al expediente para verla -se quejó Fariña-. La fiscal no colabora con la querella y hay total hermetismo.

Carballo ya estaría libre: sus vecinos del Barrio Los Talas dicen haberla visto este sábado”.

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