A poco más de una semana de la llegada de los monopatines eléctricos al tránsito porteño aparecen preguntas como ¿son un juguete o un medio de transporte? Comenzaron a funcionar en los barrios de Palermo y Recoleta, pero significan un lujo para pocos ya que el alquiler es de $ 495 por hora.
Los monopatines eléctricos de la empresa Grin se alquilan por medio de una aplicación, cuesta $ 15 el desbloqueo y $ 8 el minuto. La propagación de los monopatines eléctricos fue express y mundial. A fines de 2017, un ex ejecutivo de Uber abrió la empresa Bird, y de la noche a la mañana dejó estos vehículos por las calles de Los Ángeles, sin permiso ni explicación. Las personas se encontraban con esos dispositivos nuevos, los alquilaban por minuto, los pagaban con tarjeta de crédito y cuando los terminaban de usar, los dejaban en cualquier parte. No había estaciones o terminales, como con las bicicletas, informa Clarín.
De esta manera se multiplicaron por todo EE.UU. Sin regulaciones, los gobiernos empezaron a prohibirlos, a confiscarlos porque se repetían los accidentes provocados por monopatines. Mientras en EE.UU la política hacia los monopatines y las bicicletas eléctricas se endurece, el fenómeno se expande en Europa. Aunque en ciudades como Barcelona, París, Madrid y Praga también encuentra resistencia entre peatones y autoridades.
Ahora llegaron a América Latina. La misma Bird y otras empresas como Lime y Grin desembarcaron en Montevideo, Santiago de Chile, México, Río de Janeiro, Bogotá, Lima, San Pablo y hace nueve días empezaron a operar en Buenos Aires. Por ahora, sólo en suelo porteño está la mexicana Grin.
“Meses atrás, los monopatines aparecieron en las principales ciudades del mundo. Desde Buenos Aires tuvimos la suerte de ver cómo eso se desarrollaba y aprovechar el tiempo para analizarlo. Sabíamos que tarde o temprano se iba a replicar acá, pero pudimos decidir cómo”, dice a Clarín Paula Bisiau, subsecretaria de Movilidad Sustentable y Segura.