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Las distracciones es el factor mas frecuente en los accidentes automovilísticos

Hablar o chatear por celular, buscar algo dentro del vehículo, ingerir alimentos o bebidas y hasta encender un cigarrillo sacan nuestra atención del camino mientras el vehículo recorre muchos metros.

No lo vi”; “no lo escuché”, “de repente...”. Son frases que se oyen luego de pequeños choques en la vía pública o hasta en siniestros viales donde hay pérdida de vidas humanas, cuya génesis es la distracción.
“Las descuidos al volante son las desviaciones de la atención por parte del conductor. Esto puede poner en riesgo la vida de éste, de los pasajeros y de quienes se crucen en el camino, como ciclistas y peatones (los más vulnerables) y otros automóviles. Cuando se habla de distracción suena muy suave, una palabra cotidiana; pero, llevada al tránsito y al analizar las causas de los siniestros en profundidad, es una de las palabras más importantes en la seguridad vial”, dice María Fernanda Rodríguez, presidente de la Fundación Gonzalo Rodríguez (FRG), ONG internacional dedicada a la seguridad vial y miembro fundador de la Alianza Global de ONG para la Seguridad Vial.
En tanto, Leonardo Giachetti, coordinador de la Oficina de Educación Vial del Automóvil Club Argentino (ACA), destaca que “la atención depende de un estado mental; un equilibrio entre la concentración, el descanso y la relajación. Ese estado psicofísico del conductor puede verse afectado por el cansancio, el consumo de drogas o alcohol o pensamientos que alteren su estado emocional”.
Rodríguez explica que hay cuatro tipos de distracciones: 1) Visuales; hacen a no mirar ni atender al tránsito: ver hacia otro lado, sacar los ojos del manejo por una publicidad, buscar algo dentro del auto, observar el celular, etcétera. 2) Cognitivas; hace al pensamiento: como, por ejemplo, una conversación que se pone intensa y pueden pasar segundos donde su foco de atención, su conciencia estará en la charla y no focalizada en el tránsito y si se cruza una persona no la ve. 3) Física; hace a manipular objetos: va desde una posición de manejo muy relajada tomando el volante con una mano, manipular un celular, ingerir alimentos, tocar los comandos del vehículo, la radio o hasta maquillarse y sacar las manos del volante es una distracción. 4) Auditivas; hace a los sonidos fuertes: ir en el auto con música a muy alto volumen, implica que, por caso, si viene de atrás o en perpendicular una ambulancia, patrullero de la policía o un camión de bomberos, que están autorizados a cruzar con luz roja, no escucharán la sirena. Estos siniestros tienen una implicancia mayor porque la ambulancia puede llevar un paciente o los bomberos no llegan a apagar un incendio. Las consecuencias son aún más graves.


Qué dicen las leyes
Para el coordinador de la Oficina de Educación Vial del ACA, la falta de atención en la conducción implica, necesariamente, la incapacidad de responder adecuadamente a los signos que el conductor debe interpretar en el momento de viajar. Y, explica que “la ley Nacional de Tránsito N° 24.449, artículo 39, enumera las condiciones para conducir y sostiene que los conductores deben circular con cuidado y prevención, conservando en todo momento el dominio efectivo del vehículo, teniendo en cuenta los riesgos propios de la circulación y demás circunstancias del tránsito. En tanto, el código de tránsito y transporte de CABA es aún más explícito sobre la atención del conductor: Su estado psicofísico debe ser tal que le permita controlar su vehículo y realizar las maniobras necesarias en la vía pública. [...] También deben mantener la mayor libertad en sus movimientos, el campo visual suficiente y una atención permanente que garantice su seguridad, la de los pasajeros transportados y la de los demás usuarios de la vía pública. De estos dos artículos, se desprende que la atención en la conducción es un requisito legal para los conductores”.
Desde Cesvi Argentina suman que “la norma (la citada ley24.449) hace una referencia general en el artículo 48, Prohibiciones, donde dice: Está prohibido conducir utilizando auriculares y sistemas de comunicación de operación manual continua. Posteriormente, en 2008 se le agregó al artículo 77 con un abordaje más directo hacia la tecnología de pantalla, celulares y GPS”.

El celular, el mayor distractor
Usar el celular al manejar lidera el ranking de los distractores, esto aumenta hasta diez veces la posibilidad de sufrir un accidente.
Para Rodríguez hay que trabajar la gravedad del tema como en Inglaterra, donde en la investigación de las causas se analiza si en el momento del siniestro las celdas de los celulares de los conductores de los vehículos involucrados estaban activadas y, en tal caso, la pena en la cárcel o la sanción monetaria que le corresponde, se duplica.
Destaca además un estudio hecho en Europa que analizó en un grupo de adolescentes qué opinaban del automóvil. El resultado arrojó que a la mayoría no le interesa tener uno, no es un aspiracional como en generaciones anteriores porque requiere espacio, necesita estacionamiento y, lo más importante, le ocupa las manos: prefieren otro tipo de movilidad e ir con sus manos libres para usar el teléfono inteligente.
La Asociación Luchemos por la Vida (LxV) detalla que diferentes estudios revelan que en un minuto y medio de hablar por el móvil el conductor no percibe el 40% de las señales, su velocidad media baja un 12%, y el ritmo cardíaco se acelera bruscamente durante la llamada. Además, la peligrosidad por el uso inadecuado del mismo puede llegar a ser equiparable a la conducción con exceso de alcohol.


Un trabajo de LxV midió el uso de teléfonos celulares durante la conducción de automóviles particulares en la Ciudad de Buenos Aires y arrojó que en septiembre de 2007, lo usaba el 4,1 % de los conductores; en 2011, el 9,7%; en 2014, el 10,8%; en 2017, el 13,3% y en noviembre de 2020 el porcentaje había trepado a 17,2%.
Afirman que la cifra es alarmante y significa que entre los vehículos particulares que circulan por Buenos Aires diariamente (unos 1.400.000) hay cerca de 240.800 conductores usando un celular mientras maneja, simultánea y constantemente, pese a la expresa prohibición de la Ley 2148 y el artículo 6.1.26 de la Ley 451 de CABA y la Ley Nacional de Tránsito 24.449.
Durante las capacitaciones del Cesvi Argentina “es común realizar una práctica en la que se obliga al conductor a realizar un esquive de conos en zigzag mientras sostiene una conversación por un celular con manos libre. Todo esto se amplifica al grupo que toma la capacitación y se ven errores que, en un 70%, son de precisión o la necesidad de bajar drásticamente la velocidad para poder realizar la prueba. En otros conductores se genera una imposibilidad o bloqueo para dar una respuesta correcta”.
Hay algunos datos a tener bien en cuenta respecto del tiempo que requiere realizar algunas acciones comunes durante la conducción. En un segundo a 60 km/h se recorren 17 metros y a 120 km/h, 34 metros. El tiempo necesario para encender un cigarrillo es de 4 segundos; ajustar la radio, 6 s; contestar una llamada del celular, 8 s, y marcar un número de teléfono, 13 segundos.
Como un proceso, la conducción
puede afectarse por “los estados de ansiedad que tienen como característica principal querer estar en un lugar en el que no podemos estar o querer resolver algo que no tenemos la posibilidad de hacerlo en ese momento. Nuestros pensamientos y emociones están puestos en un tiempo y lugar que no es, precisamente, en el que debemos estar y prestar atención, el ‘aquí y ahora’; que tanto requiere la conducción”, aporta el creador de Animáte a Manejar y experto en amaxofobia, Omar Alzugaray.
Giachetti aclara que “problemas de cualquier índole generan una alteración en el estado emocional del conductor. Estos pensamientos son actividades paralelas a la propia conducción y generan un déficit de atención en la misma. Un conductor experto puede determinar si está en un estado emocional apto para conducir o si es mejor optar por otro medio de transporte”.
Otros aspectos distractores en la conducción son las publicidades o mirar un accidente en otro carril; el traslado de niños y de mascotas; encender y fumar un cigarrillo; comer o beber; ajustar los componentes o aprender alguna función del vehículo, y el cansancio.
El peligro de un siniestro
Alzugaray explica que cuando la persona aprende a manejar, en su mayoría presta más atención, lo que tiene que ver “con la necesidad de asimilar la cantidad de estímulos, muchos nuevos y desconocidos, que el tránsito ofrece. La conducción es más precavida y tiene que ver con la conciencia de la poca experiencia, con estar midiendo aún las dimensiones del propio auto y de las relaciones de distancia respecto a los otros vehículos, por ejemplo. Los riesgos son mayores cuando el exceso de confianza en la experiencia propia devienen en descuidos de las normas y desatenciones al volante” y afirma que, al pasar esta etapa, “la automatización de los movimientos y el progreso de cada uno en las técnicas de conducción hace que nos relajemos. La confianza se convierte, en muchos casos, en relajación y eso propicia pequeñas distracciones. No en las personas que acompaño para perder el miedo a manejar, donde esta relajación es sinónimo de un progreso”.
¿Qué pasa en el instante posterior de sufrir un siniestro por una desatención? Para Rodríguez, “las personas que han participado en siniestros enseguida está el shock, luego el reconocimiento y la culpa. Muchas veces se baja el conductor y dice “me sonó el teléfono” o “no lo vi”; en el momento inmediato la persona es muy consciente y aparece la responsabilidad y la culpa. Si las cosas se complican y una persona pierde la vida o se lastima de gravedad, ha pasado que el responsable queda traumatizado de por vida. Cuando hablamos de seguridad, debemos pensar en todos los escenarios, en la víctima y en el victimario. Buscamos una mejor vida para los ciudadanos; pero, de nada sirve perder un ciudadano por un siniestro que podría haber sido evitado y tampoco, tener una persona en la sociedad que quede traumatizada para tener una vida normal. Es la complejidad de esto, que al final se resume en que no hay que distraerse”.
Cambio de hábitos
La máxima sería que el conductor esté atento el 100% durante cada trayecto. Para esto, debe generar acciones propias; así, los expertos indican algunas a realizar antes y durante el manejo: apagar o silenciar el celular para no tentarse y mirarlo; planificar el viaje; regular los sistemas de seguridad antes de arrancar; mantener las dos manos en el volante para controlar el rodado; no consumir alimentos, ni bebidas o fumar; estar en estado óptimo física y mentalmente; salir con tiempo; los niños en los SRI (Sistemas de Retención Infantil) correspondientes y los ocupantes con el cinturón de seguridad abrochado.
Quien maneja un vehículo “tiene la responsabilidad de evitar las distracciones, ya que generan un factor de riesgo en ese sistema complejo de interacción que es la vía pública. Las distracciones generan maniobras inesperadas y peligrosas que afectan directamente a los conductores, pasajeros y peatones que están en esa situación vial y a las víctimas del posible incidente. Pero también, de forma indirecta, afectará a los familiares de las víctimas y al sistema de salud”, dice Giachetti.
Desde el Cesvi Argentina apuntan que “debe asumirse que la tarea de conducir requiere de una atención permanente y si tengo que hacerla, debe ser sin compartirla con otras actividades. El transporte público, lamentablemente hoy menos utilizado por la pandemia de Covid-19, nos posibilita tener otras alternativas para llegar a un destino”.
Finalmente, la presidente de la Fundación Gonzalo Rodríguez apunta que cada uno debe hacer su propio trabajo de conciencia, porque no es viable desde lo económico que cada ciudadano tenga un inspector de tránsito al lado recordándole cómo manejar atento. “La vida nos enseña que de todas las personas que pasaron por un siniestro de tránsito, ninguna se lo había agendado con fecha y hora; los agarró de improviso y después, cuando las consecuencias son graves, darían todo lo que tienen para volver atrás y cambiar al menos una cosa que les modificara el desenlace de ese suceso”, concluye.

Patricia Osuna Gutiérrez

seguridadvial.com.ar

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